Te sacaremos los fiu fiús

PUNTO G

Me encanta ver cómo faja la gente ¿Soy una vouyerista?

Hace algunos días me encontraba en un lugar de comida rápida, tenía varias semanas que se me antojaba cabrón una hamburguesa, al fin me la compré y después de que la señorita del mostrador me entregara amablemente mi comida con sus respectivos aderezos, me dispuse a buscar el mejor lugar para disfrutar mi tan deseada grill burguer y escogí una mesita de la esquina para tener la privacidad suficiente de embarrarme de salsa catsup a mi antojo.

Iba por la segunda mordida cuando levanté la vista y me di cuenta que justo en el extremo contrario de mi mesa, había una pareja que en lugar de comer hamburguesas parecían ansiosísimos de tragarse uno al otro, no en una onda zombie ni nada parecido, sino en esta forma en la que introduces tu lengua hasta tocar las anginas de tu compañero. Ella apretujaba sus gigantescas tetas hacía él, mientras le susurraba no sé qué tanta cosa al oído.La escena me recordó muchísimo cuando salía con una pareja de amigos que no eran capaces de dejar de toquetearse todo el tiempo, y parecía que gozaban de que los miraran, tanto en esos tiempos como ahora, me sentí sumamente incomoda, no sólo incomoda. ¡Emputada!

Pero ¿Por qué mi enojo? No me considero una mojigata ni nada parecido, según yo, tengo una mente abierta, disfruto del porno y de otras cosas relacionadas con el sexo entre otras personas, pero por algún motivo, ésto me causó muchísimo desagrado y ganas de gritarles como lo haría cualquier persona neurótica:  ¡Búsquense un hotel!

En cuanto llegué a casa, pregunté a mis roomies si a ellas les pasaba algo similar y sorpresivamente las dos respondieron que sí. Que les parecía a veces hasta grotesco mirar estas detalladas muestras de afecto. Una de ellas comentó que quizás en el fondo, se trataba de envidia, eso me hizo pensar más en el tema pues también recordé, que en algún momento me pareció súper hot la idea de coger con mi ondita en turno en un lugar público con el riesgo de ser vistos.

Tanto mis amigos como la pareja del restaurante, parecían disfrutar muchísimo el hecho de que mi cara se retorciera al mirarlos, fue de ahí que nació está nota.

Existen tanto los voyeuristas (personas que disfrutan de observar la intimidad de las otras personas) como los exhibicionistas (personas que disfrutan de ser vistos en la intimidad por otras personas) En cuanto al voyeurismo podría hablarse de toda una corriente, podemos encontrar literatura, estudios e incluso arte basado en está idea. Tal es el caso de In Sook Kim, fotógrafa Coreana que realizó una instalación de un hotel de vidrio, en dónde podían verse diferentes escenas de gente en un sábado cotidiano, imágenes basadas en noticias reales desde la mirada de un observador voyeurista.

Instalación de In Sook Kim.

Si lo pensamos, muchas de las redes sociales consisten en esto, observar al otro y ser observado, es un juego entre voyeurista y exhibicionista. ¿Qué es exactamente lo gratificante de estas prácticas? Existen dentro de algunas sex shops, los llamados peep shows (espectáculo sicalíptico) que consiste en mirar a través de un agujero (seguramente recreando la mira de una cerradura) ya sea personas, fotografías u objetos relacionados con el sexo, esta practica es viejísima y viene desde Europa en el siglo XV.

Se cree que el voyeurismo es más frecuente entre el genero masculino, debido a que ellos son más excitables visualmente que nosotras, el voyeurismo radica en la excitación de observar al otro desde el anonimato, no en actuar sobre aquello que observamos. Dentro de las parejas, está práctica se llama candaulisme, cuando nos sentimos excitados de observar a nuestra pareja teniendo sexo con alguien más.

¿Y el exhibicionista? Los hay solitarios, aquellos que disfrutan de mostrar sus genitales como la típica imagen del hombre en el parque abriendo su gabardina o aquellos que disfrutan de ser vistos con alguien más como el caso de mis amigos.

Cuando yo he pensado en ello, creo que mi placer radicaría en saber que el otro sin estar participando, puede sentir lo que siento, que puede ver mi cuerpo en movimiento, que puede sentir el deseo pero que el hecho de saber que no puedo acercármele, vuelve todo mucho mas intenso.

Hablar de esto me hace entender que tal vez, socialmente estamos acostumbrados a que todo aquello que tiene que ver con la sexualidad es algo que debe suceder tras una puerta cerrada y por eso, sin quererlo, algo automáticamente hace que rechacemos ciertas conductas.

Hablando de todo esto, caigo en cuenta también, que sin saberlo, con mi enorme hamburguesa en manos, yo me estaba convirtiendo en voyeurista, ya que en ningún momento dejé de observarlos.

Si somos observadores u observados, la cantidad de gustos y prácticas que existen, siempre me parecerán una chulada. La siguiente vez que esté en una situación similar, trataré de instar a mi neurótica interna, a emitir un Exquisito Fiu Fiú.

-Lizunkeria

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