PUNTO G
LUIS ROYO: EL AMO DEL ARTE FANTÁSTICO Y EL EROTISMO GÓTICO
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Quienes amamos la oscuridad, las artes visuales y la belleza femenina, hemos encontrado en Luis Royo un refugio para nuestros más altos deseos, así como libertad desencadenada para nuestras más bajas pasiones. El maestro Royo es un excelente pintor e ilustrador de arte fantástico y futurista, reconocido en todo el mundo libre, principalmente por sus obras de corte erótico, que a veces rayan en lo pornográfico, y muchas veces se engalana con un estilo considerado como el más innovador dentro de la estética “gótica” moderna.
Su trazo es sublime, y su imaginación inagotable, y las mujeres que dibuja y pinta, son de las más atractivas y hermosas que yo haya visto. Es pues un gran dibujante de la hembra humana, las cuales son su pasión más evidente, como yo comprendo, aunque desde luego también domina la estética de la anatomía masculina.
Sus cuadros son misteriosos, nebulosos, envueltos en esa neblina que oculta el futuro lejano o el pasado remoto, pero es capaz de disipar esa niebla con sus pinceles, para mostrarnos bellezas que quizás no existen, que son imposibles de encontrar en la vida real, a menos que un gran artista las revele, entre sus visiones oníricas, convertidas en lienzos terroríficos y sensuales.
Nació en 1954 en Teruel, España, y se encuentra activo en las artes plásticas desde 1979. Se le considera un artista gótico en el sentido contracultural, no histórico, es decir referente a la tribu urbana nacida en los años ochentas, inspirada en bandas de rock “Darketo”, como Leibach, Christian Death, los Fields of the Nephilim, o Bauhaus y sus ramificaciones en Peter Murphy y Love and Rockets.
La estética de Royo se deriva de la moda surgida del movimiento punk, o la antigua tradición del sadomasoquismo, y además le agrega la sensualidad del látex, la doble piel roja o negra, las cadenas y estoperoles, los tatuajes simbolistas y tribales, cabello negro largo y lacio o pintado de colores verdes y púrpuras, múltiples “piercings” o perforaciones cutáneas y aretes por todo el cuerpo, incluso en las zonas prohibidas, donde nunca pega el sol.
Así como aparente maquillaje facial, generalmente blanco, contrastado con delineadores negros al estilo Morticia Adams, ojos fantasmagóricos, generalmente blancos o rojos, que bajo el influjo de estas artes negras adquieren la apariencia de creaturas nocturnas, seres fantásticos salidos de una era perdida entre el ayer y el mañana, Así crean una atmósfera de misterio y otredad autoafirmada, es decir que busca ser todo lo diferente al ciudadano normal y cotidiano, y se esconde tras de una cortina estrellada de transgresión y rechazo a la sociedad establecida.
Al admirar las preciosas muñecas de Luis Royo, uno puede vislumbrar a estas damas góticas en sus momentos más íntimos, y desde que lo conozco, me he revolcado de placer recorriendo, con la mirada absorta, las pieles casi blancas y tatuadas de sus modelos, siempre envueltas en enigmas y atrapadas en historias intrigantes y seductoras.
Generalmente son escenas pacíficas, donde los cuerpos de sus divas pueden ser apreciados en todo su esplendor, aunque a veces las ha situado en alguna acción increíble, entre contorsiones deliciosas que hacen estallar los ojos de hambre, por un tacto carnal imposible.
Las suyas son princesas inaccesibles, situadas en eras perdidas o aún desconocidas, y muchas veces armadas hasta los dientes, intocables sin su permiso, convertidas en guerreras feroces, que uno no puede dejar de imaginar convertidas en fieras en la cama, durante sesiones de sexo mortal, una vez que se desprendieran de las filosas espadas y la escasa vestimenta que las protege de los machos salvajes, desesperados por una caricia de semejante hermosura fatal.
En otras ocasiones, las encontramos como damas en peligro, princesas cautivas de bestias dominantes, a las cuales ellas se entregan en escenas de un erotismo demoniaco, sumamente perturbadoras, pero muy excitantes para pervertidos como un servidor.
Pero vamos por partes: A Royo lo conocí por sus increíbles portadas para la revista Heavy Metal, a la cual soy adicto desde niño, cuando la fisgoneaba entre los revisteros de Sanborns, de donde solía robármela hasta que fue prohibida, por sus cómics transgresores y decadentes, muchas veces eróticos o francamente pornos, pero ya hablaré de eso con más calma en otra ocasión. Royo era un clásico recurrente en esas carátulas de la Heavy, y me cautivó desde el principio, fue un amor a primera vista.
Después, Royo reapareció tras un viaje de mi padre, don José Agustín, a Guijón, España, donde participó en el encuentro de escritores de la Semana Negra, dedicada al género policiaco, e invitado por Paco Ignacio Taibo II, para presentar Vida con mi Viuda (su novela más dark, por cierto).
Le pedí que me consiguiera un libro de un tal Luis Royo, cosa que amablemente me concedió, aunque el ejemplar que me trajo era previo a su explosión como gran artista, pero recopilaba su breve paso por los comics, y el proceso mediante el cual se volvió un pintor tan excelso; Fue una publicación muy aleccionadora, si bien en ella pude ver como se esforzó por mejorar su técnica, y alcanzar los niveles magistrales que posee hoy en día.
No voy a negar que, incluso, obtuve algunos leves orgasmos mirando su arte tan morboso, y masturbándome sin piedad, siendo aún un adolescente, al descubrir sus primeros libros, como Women (1992), Malefic (1994), o Secrets (1996), que compré en la extinta súper tienda de Comic Castle.
Pero ese arte fantástico, aún no era nada comparado con los trabajos más explícitos y degenerados que ha realizado, en los tres volúmenes conocidos como Prohibited, el punto más elevado de su trabajo pictórico, y de su cinismo pecaminoso. Desde luego los compré todos, incluso dos veces el tercero, que aunque no es mi favorito, tuve que reponer cuando un maldito camarada me lo robó, para refocilarse jalándosela y después cambiarlo por algunas piedras de crack… ¡Que desperdicio!, así que volví a adquirirlo.
El segundo tomo, del 2001, es sin duda mi predilecto, desde que en la portada nos golpea con una de las pinturas más deseables de la historia del arte, hasta creo que podría competir y quizás ganar como el cuadro más erótico sobre la Tierra, pero si no me lo creen, aquí arriba se las comparto, como quién permite que otros bailen con su novia el Lambada o el perreo, no sin ciertos celos y excitación con remordimientos, mientras el amor y el odio combaten entre mis venas y arterias.
El maese Royo cuenta con más de cuarenta libros editados a la fecha, múltiples premios internacionales por su trabajo, y ya está consagrado como un amo del arte sexual. Todo aquel que ame estas disciplinas, quedará encadenado para siempre a las pinceladas de este creador incomparable.
Entre sus trabajos más ambiciosos, se encuentran el Dark Laberinth, o Subversive beauty (ambos del 2006), y como dejar de mencionar las novelas escritas en equipo con su hermano Rómulo Royo, entre las que se cuentan la dupla de Dead Moon, editados en 2007, con ondas de arte japonés, así como Malefic time: Apocalypse (2011);
O el increíble trabajo en 2007, cuando realiza en Moscú, junto a Rómulo, un gigantesco fresco en una cúpula, al más puro estilo de un Miguel Ángel cualquiera, pero no plasmando imágenes bíblicas en la Capilla Sixtina, sino con sus inquietantes temáticas -ya clásicas- de erotismo fantástico. De ahí, saldrá una nueva publicación, el insólito Dome.
Ha realizado grandes portadas para obras emblemáticas de Sci fi y fantasía como el 2010 de Arthur C. Clark, Robots e Imperio de Isaac Asimov, y también para Robert E. Howard, creador de Conan el Bárbaro, o el nuevo héroe de la espada y la hechicería, George R. R. Martin, autor del Juego de Tronos, por si algún despistado desconoce este dato;
También ha trabajado en el cine, para la saga de Star trek y en video juegos como Tzar. Personalmente, Royo ha colaborado para el arte en portada de discos de metal progresivo como El ángel caído, de Avalanch, o de la banda de gothic-black metal, Graveworm. Así mismo, son célebres sus recreaciones de las cartas del Tarot, cumbres de Eros plasmado con pinceles.
Los invito pues a perderse en este laberinto oscuro de deseos y perversiones, de la más alta calidad visual posible creada por el hombre, en este caso el gran Luis Royo, uno de los mayores admiradores del cuerpo humano, especialmente el femenino, y yo por lo menos le estoy eternamente agradecido por tanta belleza y pasión creativa, consagrado ya como un hechicero de la estética erótica, un realizador de sueños húmedos que se escurren como miel de sus cuadros.
A artistas como él le debo mi iniciación en las artes oscuras, y siempre espero ansioso su próximo trabajo, quizás la Opus magnum que se puede esperar de un creador superior a todos sus contrincantes. Es un gran maestro de los caminos lúbricos y la ilustración voluptuosa: ¡Mil y una gracias, don Luis Royo!
¡Y que todas tus hermosas mujeres, plasmadas en cientos de obras magníficas, te reciban en los brazos de la Muerte (dentro de muchos años, claro) para realizar una orgía entre el cielo y el infierno (cualquiera que sea tu destino), con un harem demoniaco y angelical, para que te complazcan en todos tus deseos, por más secretos, oscuros o luminosos que sean!, ¡Salud, grandísimo Chingón!