PUNTO G

¿Qué onda con los güeyes que se sienten paridos por Zeus?

Y ahí está uno dándole duro a las teclas y de repente aparece una chulada contando que le gustó el artículo sobre las chicas que se creen inalcanzables y, con todo el derecho del mundo, pide un estudio exhaustivo y objetivo para entender qué carajos le pasa a algunos tipos que se sienten hechos a mano. Definitivamente vamos a complacer a esta guapura (seguro que no es la única que habrá pensado en estos güeyes), muchachos, se aguantan.

Hay que poner mucha atención, mis panas, las chicas que gustan de los caballeros, quieren un hombre a su lado, no un mequetrefe que se tarde más que ellas delante del espejo, ni un cabrón que las haga sentir que están en una relación consigo mismas o con su mejor amiga. A veces somos tan pancheros, que ni cuenta nos damos que estamos floreciendo o que nos portamos bastante afeminados en determinadas situaciones. Peor aún, hay ocasiones que nos sentimos la última resurrección de Adonis y nos ponemos de un mamón subido; para qué les cuento, mejor ahí les van un par de ondas que les pudren el hígado a las señoritas.

 El todas mías (y de ninguna)

Este es uno de mis ejemplares favoritos. El típico berraco que le tira onda a cuanta chica se le cruza en el camino, sin importarle edad, religión, raza o tamaño (sin éxito, en la mayoría de los casos, ¡claro!) y cada que una nena le sonríe, éste ya se cree heredero único de don Mauricio (Garcés) Da por hecho que la guapa en cuestión, ha caído ante sus irresistibles encantos y está que babea por él; ¡mamada!

En otro mood, este prototipo va mucho más allá de la metrosexualidad y de la vanidad afeminada (sin daños a terceros), ceja depilada, peinado de salón, ajuar excedido, calzado boleado y gafa oscura para poder escanear a las chulas sin ser visto; ¡juras!. Estos neandertales traen broncas serias de estima, pues cuando alguna pobre cae en sus redes, definitivamente será una víctima más de la ornamentación (les van a pintar el cuerno en cada oportunidad), el ego de estos entes no se satisface con nada y necesitan reafirmar sus habilidades seductoras todo el tiempo. Neta están que dan vergüenza de género.

 Lenguas bífidas

Esto cae en lo ridículo, en serio, de qué va un cabrón que se la pasa serpenteando al prójimo, es una actitud que particularmente me rebasa, es patético darse cuenta que el tema de conversación para echar ligue, es la crítica destructiva sobre el resto del ganado. La experiencia me recuerda que a las nenas les encanta un buen charle, que lo suyo (su hombre) les platique historias divertidas o de contenido común e interesante, que las adulen sin exagerar, un piropo de tanto en tanto está sabroso, ya exagerar y que todo el tema de conversación sea el halago está de hueva, pero, muy lejos de eso, que el cabrón que les atrapó los ojos se la pase hablando de lo sucios que están los jeans de aquél güey, del peinado tan fuera de moda de aquél otro, de los Converse mugrosos y rotos del joven que va con la chaparrita de cortos a la gringa, eso sí que ya voló la gran muralla.

 Espejito, espejito…

Otra de estas chuladas: el chango reflejo. Ese cabrón que se detiene ante cualquier cosa en donde pueda contemplarse, se acomoda el cabello, se ajusta la camisa, se mide los músculos (se siente mamadísimo), se relame los labios… ¡Qué puñalísimo está eso!, la neta y sin afán de ofender o de herir susceptibilidades, me cae que es patético de más ver a un güey que va con una chica guapísima y en lugar de admirarla y sentirse orgulloso del pedazo de gloria que camina a su lado, se detenga para revisar si no se le ha corrido el maquillaje (me cae que existen los que se maquillan) o si el cuello de la camisa sigue bien parado, ¡son chingaderas, neta! Y no conforme con esto, de este espécimen se deriva otro igual o más guacareable.

 El Duncan

Sí, el yoyo, traumática experiencia para la guapa que tiene ganas de ser conocida, de que el prospecto al frente conozca detalles importantes de su vida y se entere que también tiene un montón de historias admirables para contar. Este donkey se lo pasa alardeando de los montones de lana que derrocha en garras y accesorios, en lo fino y carísimo que come y bebe, y de viajes inventados y experiencias que en la mayoría de los casos son chorizo puro. Este tipo no se detiene al hablar, además que cuando la chica encuentra un hueco para cambiar tema y ser ella quien diga ahora, el muy retorcido éste, también tuvo una experiencia igualita, pero más chingona (obviamente vuelve a tomar la palabra y acaparar el escenario) Estos changos también suelen ensuciar la línea de conversación faroleando de sus conectes con tal y de su íntima amistad con cual, regularmente serán amigos del bueno y también conocen al bisnieto del primer hombre que puso un pie en la luna, curiosamente, uno de sus más allegados carnales, claro. Peor aún, reinitas chulas, alguno de estos carajos les van a salir con la mamada de que tuvieron una noche apasionada con Penélope o con la señorita López. ¡Mándenlos a la santísima chingada!

 Sí te quiero, pero…

Estos modelos de mal lodo tienen excusas para todo, llegan a aferrarse tanto a la idea de ser lo más, que cuando sienten que hay algo latiendo duro adentro, les da miedo y de inmediato buscan salidas de muy mal gusto como «sí, te quiero mucho, pero no puedo ser más que tu amigo» (o que tu amante), huyen de la palabra compromiso y disfrutan con el arte del engaño, es decir, no son capaces de clavarse con una chica porque regularmente temen que ésta los haga sentir insuficientes o que en determinado momento decida que el monete no les dio la talla. Detrás de la apariencia de escaparate se esconde un miedo enorme a la inferioridad. Dicen los que saben. Chicas, cuando existen estas situaciones, cuando se topen con un mozalbete de estos, piensen que tarde o temprano les van a venir con una jalada y que escucharán cosas ridículamente increíbles. Aquí vienen las historias de sus experiencias anteriores.

 Los traumas de la ex

Mi chingadera favorita; está para patear la lata que un hombre que se precie de serlo vaya por la vida lloriqueando porque la ex novia lo traumó. Morros, no me roben, es ridículo el pretexto de los abusos y madrizas que dejaron relaciones anteriores, dolió, chance, y ni modo, ahora se cierra el capítulo y vamos por lo que sigue, la vida sigue y está chida. Por favor, y en honor a los hombres de ley y de valía, hablen con la verdad; es en extremo mamón que le salgan a la chica en proceso de flirteo que viven en un mar de llantos y de insomnios porque la ex les puso el cuerno, que jugó con sus sentimientos o porque los hicieron sentir humillados y muy poca cosa, no mamen, no hay nada más aburrido y nauseabundo que un güey que usa estos recursos para camuflar el «no me lates o el no me siento de acá.» Sin pretextos, gallos, hay que hablar con la neta desde el «me lates como para un buen entre y nada más», no es necesario mentir ni lavar cocos, total, si se arma, chido, si no, las nenas mandan, así al menos no vamos a romperle la madre a nadie y luego no andará una guapa pidiendo que un carajo escriba un artículo para entender qué trampa con los hombres.

En psicología estas actitudes se tocan como complejo de inferioridad (con careta de superioridad), es un reflejo inconsciente que impide que las verdaderas dotes de una persona emerjan, evita que se muestren las capacidades reales y completas de ésta. Cuando un individuo padece este tipo de ondas, seguramente parapetará sus carencias detrás de una producción de más elaborada y esconderá mucho de lo que es como persona, en muchos casos se trata de un caso de sexualidad reprimida o de inconformidad en el desempeño carnal, así que, reinitas, hay que echar un ojo bien abierto cuando se topen con tipejos como estos, seguramente no les van a dar el kilo a la hora de la cama y será una muy pesada y malísima experiencia.

No se enganchen con un maniquí, aún está vigente el modelo chapado a la antigua, de los que regalamos flores y dedicamos las canciones, dense chance con el güey que está echándole ganitas para seducirlas, verán que hasta de esa barba mal delineada terminarán enamoradas. Aléjense de los malos peldaños en las escaleras.

 ¡Buena suerte!

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