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La semana pasada me fui a Acapulco por esto del Año Nuevo y me encontré con un verdadero fenómeno que tiene mucha más onda que el odioso selfie stick o incluso, que los mismos drones, que cuando lo ves te hace decir: “Definitivamente ya estamos en el año 2016”.
Son de esos encantadores objetos que perfectamente te pudiste imaginar de morro, cuando pensabas cómo sería el futuro. Hablo del hoverboard y es el legado que dejó Marty McFly para esta temporada de Santa Claus y Reyes Magos.
Lo sorprendente es que en un puerto como lo es «Aca», te encuentres con tanta cantidad de hoverboards como con los que me topé. Solo en el hotel en donde me hospedé, en verdad no exagero cuando digo que vi más de 30 de esas cosas.
El hoverboard es un simple patín eléctrico que es controlado por tu balance corporal y también es conocido como scooter eléctrico, o self balance. Fue elegido como uno de los gadgets del año pasado (ciao ciao 2015) por la revista Time y ya es viejo que youtubers y famosos estén subiendo videos de este dispositivo tan mamador.
Te apuesto una cena a que ya viste el video del madrazo que se metió Mike Tyson, o de un cura de Tailandia que ofició misa encima de estas rueditas tan cool.
Esta nueva tendencia es el tipo de idioteces que hace ver cool, nivel Dios, a la gente. Lo admito sin remordimiento, cuando vi al primer grupo de universitarias enfundadas en micro bikinis, balanceando su cuerpo de forma demasiado sexy, paseándose entre sus amigos por el lobby del hotel, me dió mucha rabia no estar encima de esas rueditas pero en realidad lo que me hizo encabronar mucho más, es no tener el poder adquisitivo para tener algo así conmigo en este momento (el precio está entre los 6 mil y los 9 mil pesos).
Fue cuando me declaré un señor pobre, sin onda y mi forma de vengarme de estas chicas fue el de mostrarles mi ensayadísima cara con la más glacial de las indiferencias, aunque por dentro, era un niño súper emocionado de ver el futuro hoy.
Conforme avanzaba por el hotel me di cuenta que no solo universitarias o niños usaban esto, sino que también gente de mi edad, e incluso gente ruquísima, eso sí, absolutamente todos se veían con muchísima onda y todos no podían ocultar su carilla fanfarrona.
La verdad es que lo vi tanto que no pude contenerme y al 31 avo hoverboard que pasó frente a mi, le dije a su dueña que me lo prestara, una contemporánea buena ondita que sin broncas me lo prestó.
La interacción con esa madre fue sencilla y mi experiencia me permite decir que hasta te daba una sensación un poco telepática, al momento de avanzar a la izquierda o a la derecha, no me caí y no me costó nada de trabajo. De hecho, me aperré un poco y ya no le quería devolver su adictivo juguete nuevo.
En verdad me plantié a como de lugar adquirirlo, pero después pensé que es el tipo de cosas que el asombro durará una llamarada de petate y su costo bajará considerablemente cuando la gente cool lo deje de usar y en cambio, lo empiece a usar todo mundo de forma popular y cuando las cosas son populares ya no están de moda, para entonces las chicas de bikinis ajustados habrán subido algunos kilos y en una de esas ya estarán usando los scooters de “Volver al Futuro”.
De pronto el hoverboard se acomodará junto al selfie stick, al iPhone, al drone, a la Go Pro… Y te preguntarás ¿cómo es qué compramos cosas tan estúpidamente innecesarias?
Si los Reyes o Santa Claus no te trajeron ese maravilloso e innecesario objeto del deseo, búrlate de tus compañeros de chamba o de la escuela, que seguro hoy llegaron con todo el mame del mundo sobre el futurista juguete chino, pronto pasarán de moda y de hecho, las regulaciones en México son muy estrictas con esas cosas.
Por mientras te acomodo un video de un cocktail de chicas sexis en dos ruedas y sí, se me hace injusto poner solo de chicas, pero de chicos sexis no encontré, ni modo, así el Internet.