El finde pasado, tuve una de esas noches locas. Suficiente alcohol, música, luces estridentes para poner el mood y que la temperatura subiera para toparme en la salida del baño con el que más tarde tendría su lengua metida hasta mis anginas, suena rico ¿no? ¿Prendido?
Lo fue, un buen rato, hasta que la peda bajó y me encontré ensabanada con un wey sin nombre y sin rostro que poco faltó para que como película de Subiela (El Lado Obscuro Del Corazón) me desechara por un hueco debajo de la cama.
Recientemente leí una nota escrita por una chica que relataba un poco sobre su relación conflictiva con el sexo, hablaba de ese punto en el que el sexo puede ser lo más satisfactorio ó al contrario, lo más frustrante.
Lo cierto es que el sexo casual tiene sus pros y contras, de pronto, lo único que buscamos es sentir el placer y ¿por qué no decirlo? El empoderamiento que nos da por un momento el sentirnos dueños de nuestros cuerpos y nuestros deseos, toparnos con alguien que nos gusta y poseerlo, que nos poséa, dejar que la saliva, las caricias y la química, nos lleven hasta su cama ó la nuestra, cualquier baño, auto, jardín… En dónde todo suceda.
Pero hay un momento después de que el fuego se apaga, ese instante donde reconocemos que el otro es un perfecto extraño, donde podemos correr la suerte de entablar una conversación amigable ó el terrible silencio incomodo que termina haciéndote sentir vacío y con ganas de salir corriendo.
Hasta hace un tiempo, yo tenía la teoría de que las mujeres teníamos más broncas al respecto pues de alguna forma, la mayoría involucrábamos las emociones telenoveleras, inculcadas culturalmente desde hace demasiado tiempo, donde el paquete del amor lo ponemos en la misma bolsita que la del condón . No sé si me explico.
Después de platicar con chicas de distintas edades, gustos y estilos, todo parecía indicar que la mayoría, a pesar de parecer todas unas expertas dominadoras del sexo casual, al día siguiente se preguntaban si el chico en cuestión llamaría, si habían sido chingonas en la ejecución, si el haber despertado con un extraño, (que la verdad ahora ni parecía tan guapo y tampoco tan interesante) significaba que ya habían perdido la capacidad de atraer a alguien que ofreciera algo más que una cogida.
Entonces todo ese empoderamiento y libertad por un instante, se vuelve dolorosa y confusa.
Pero resulta que no somos las únicas, al parecer, aunque no es tan mencionado y solemos creer que los chicos tienen una relación con el sexo más fría y definitiva, también hay uno que otro que confiesa haber experimentado ese terrible vacío al despertar al lado de la chica que se ligaron la noche anterior, esa exacta sensación que las morras sentimos, una especie de telaraña recorriéndonos todo el cuerpo.
Entonces ¿Qué es lo que puede hacer que una misma cosa como coger con un desconocido, sea una experiencia gratificante ó algo verdaderamente insatisfactorio? ¿Depende del otro? ¿Depende de la mirada que nos pongan al día siguiente? ¿Tiene que ver con si fuimos excelentes ó solamente es el reflejo de cómo nos sentimos?
¿Somos conscientes en el momento en el que ligamos con alguien, de lo que estamos buscando? Porque si nuestra búsqueda es amorosa, quizás no hemos aprendido que el perréo que se da en un antro, difícilmente nos llevará a algo más que una zarandeada, pero una vez sabiendo de esto, podemos entonces separar el corazón del deseo y disfrutar de nosotros y del otro con una verdadera satisfacción de saber que somos capaces de vivir las dos partes.
Y si el otro entra en nuestra misma sintonía, tener el mejor sexo casual de nuestras vidas que tal ves podría convertirse en otra cosa, el punto será entonces, dejar las expectativas a un lado, saber que el momento en el que nos sentimos arrebatados por estas ganas de echar el fukin’, pueden ser saciadas como eso únicamente y no como la construcción de una nueva relación.