Como les decía, en el capítulo anterior (mis estimados y muy morbosos lectores), fue mi jefe, don José Agustín, el renombrado escritor rebelde, notorio reventado y alguna vez joven pornógrafo, quién me reveló, desde mi precoz infancia, los nombres de los autores más polémicos y peligrosos, en la historia de la literatura internacional: Tal es el caso del conde de Lautréamont, y sus Cantos de Maldoror, o la Justine de el Marqués de Sade, y La Venus en Pieles del barón Masoch, cuyo binomio maldito le dio nombre al Sadomasoquismo.
Personalmente, nunca he llevado esta práctica hasta sus extremos, como el famoso Bondage, el arte de los cuerdas sobre el cuerpo, pero si me he permitido jugar con ambos lados del látigo, y ciertos amarres a la cabecera de alguna cama, porqué negármelo, pa ke más que la pura verdá, si me agradan esta suerte de perversiones, por nombrarlas de alguna manera. He tenido la suerte de compartir estos deseos con algunas amables compañeras de la vida, que me han dado permiso de hundirme en los umbrales del dolor propio y ajeno, para bien o para mal, pero siempre buscando el deleite de ambos, entre mis víctimas voluntarias y un servidor.
El Velvet Underground & Nico, la tremenda banda de Lou Reed en los sesentas, le rindió homenaje a la Venus in furs, con una rola increíble, en su famoso disco con portada de Andy Warhol, la del infame plátano. Y ya que lo menciono, antes de morir, el maestro Reed volvió a la carga con un tema harto lúbrico, en su último disco, el Lulu (2011) acompañado ni más ni menos que de Metallica, la monstruosa banda de speed metal, y rindiendo ambos un sentido homenaje a las sendas obras de teatro de Frank Wedekind, El espíritu de la Tierra y la Caja de Pandora, estrenadas en 1936, y que se volvieron seminales del teatro explícito, crudo y sin censura, sobre la vida licenciosa de Lulu, una bailarina aventurera y cautivadora de origen misterioso, una mujer libre de tabúes o prejuicios, en una época en que esto era imposible. El disco de Lou y los Metálicos, es irregular y en partes aterrador, pues el maestro Reed parece poseído por el demonio, leyendo directo del libro en onda spoken Word, canciones de muchos minutos. Pero tiene buenas piezas: me gusta especialmente una llamada “Iced Honey”, les recomiendo acompañarla de un trago doble de Jack Daniels con miel, en las rocas, una combinación con muy buena química.
El caso es que, desde chamaco, y ya en mi adolescencia, volando sobre la alfombra persa de mi imaginación desbocada, puse especial atención cuando, en las pláticas de los adultos, hacían alguna referencia sexual, a cualquier cosa que pudiera informarme al respecto del sexo, en sus sobremesas etílicas, en los medios electrónicos o impresos. El suplemento cultural del UnomásUno, dirigido por el legendario don Huberto Batis, un gran pervertido, tenía mucho que compartirme al respecto, pues entre sus temáticas de alta cultura, se mezclaban toda clase de textos eróticos y fotografías sugestivas, sus publicaciones solían tener un decidido cariz casi pornográfico.
En esas páginas, se ayudaron a forjar su estilo grandes escritores como Enrique Serna y Guillermo Fadanelli. Las ilustraciones de Eko, con su muñequita Denisse, poblaban mis oscuras fantasías. Allí escuché muchos nombres que se volvieron referentes de mi despertar sexual, desde Almudena Grandes, con sus Edades de Lulú, Bataille con su Historia del Ojo (y etc.) o Apolinaire con Las once mil vergas. Nunca hubiera creído, cuando hojeaba ese periódico bastante contracultural, el Sábado de Bátis, que el viejo libidinoso acabaría siendo casi mi suegro, y que gracias a mi novia de aquel entonces, hija de la pareja sentimental de este temperamental editor, podría conseguirme un espacio allí, colaborando como ilustrador y ocasionalmente escribiendo para ese diario.
Incluso me dieron una credencial de prensa, que me sirvió para entrar gratis a varios conciertos y eventos culturales y hasta me asignaron una modesta paga. Pero principalmente, iba siguiendo los pasos de Eko, un magnífico ilustrador, que recién había dejado una vacante, y así me enrolé para realizar una serie de caricaturas, una historieta pues, aunque don Batis me advirtió: “Pero tiene que ser sobre temas sexuales, y si me fallas con la colaboración una sola semana, publico tu esquela y se acabó el contrato”. Así que, felizmente, me sumergí en mis revistas porno, y procedí a aprender a dibujar esas mujeres desnudas, en toda clase de posiciones increíbles y envueltas en orgías personales. Nombré a mi participación semanal Sucio Mundo.
Por un par de años, me dediqué a explorar todas las filias conocidas por el hombre o la mujer, y a instruirme en el controvertido tema de los placeres mundanos, en lo que escribía y en la vida real, hasta que troné con esa guapa coreógrafa, con quién había literalmente despertado a mi sexualidad (momento cumbre: el trío con su prima de argentina, con todas las de la ley, después de beber mucha cerveza mezclada con vino tinto en Coyoacán, allá en los noventas, cuando era joven). Y de pronto, el periódico Unomásuno clausuró el foro calenturiento del suplemento cultural sabatino, jubilaron a don Batis, y ese espacio se cerró, como un cinturón de castidad medieval.
Pero ni entonces ni nunca, mi radar para saber sobre las artes y el sexo se pudieron apagar, como sí se debe extinguir la fogata de cualquier explorador en el bosque. Así que continúe dándole cuerda a mis retorcidas depravaciones, y busqué librerías eróticas y encontré muchas de las grandes novelas sobre el tema, más temprano que tarde, mientras intentaba estudiar la prepa en una escuela del INBA. Pero prefería irme de pinta, a explorar las librerías de viejo en el centro de la antigua Tenochtitlán, o las de Cristal, el Sótano y las Gandhis, las Porrúas. Allí, me clavaba con libros de fotografía de desnudos, buscaba clásicos de la literatura, y si eran de temáticas sexuales, mejor. En el tianguis del Chopo, me involucraba en las pláticas de los cinéfilos, y les comentaba que buscaba películas sobre rocanrol, drogas y sexo, entre más sucias y oscuras, mejor.
Me instruí en talleres literarios, especialmente con una maestra de la prepa, en sesiones de lectura que ocurrían en cantinas del centro. Por cierto que, años después, esta profa de literatura súper prendida, una ex darketa y excelente poeta, que me lleva poco menos de diez abriles, sería mi novia un rato, y mientras me revolcaba con ella, y le daba unas buenas nalgadas, le decía al oído que eso iba por el día en que me corrió de la escuela, ya convertida en subdirectora del plantel; Jaja, incluso recuerdo que cortó mi credencial de alumno con unas tijeras, en mi cara, debido a mis pésimas calificaciones y continuas transgresiones contra sus leyes escolares, así que fui dado de baja irremediablemente. Sólo digamos que fue como una pequeña intervención de justica divina, esto de coger con mi elegante profa de la prepa, aunque ocurrió casi diez años después de que fuera mi maestra.
Pero como dicen por ahí, la vida es una tom-tom-tómbola, y si vives lo suficiente y tienes mucha suerte, algunas veces estarás abajo, pero otras arriba, así en la rueda de la fortuna, como en el kamasutra de la mala vida. Pero por algún tiempo, aun siendo inocentes, en aquella prepa, ella continuó con mi aleccionamiento en las ilusiones carnales, compartiéndome libros como la Historia de O, de Pauline Reage, o El Amante de Marguerite Duras, los Diarios de Anaïs Nin, o los Trópicos de Cáncer y Capricornio de Henry Miller, y chingonerías como El Perfume de Patrick Süskind, por nombrar sólo algunos. Creamos una pequeña editorial independiente, con su esposo y también gran amigo mío, y otros jóvenes escritores, y allí ella me publicó una plaqueta de cuentos, y se auto editó varios libros de poesía, uno de los cuales, de corte más eroticón, usó mis garabatos del Sucio Mundo,para ilustrar sus páginas.
Más tarde, me inscribí en la SOGEM, o Sociedad General de Escritores de México, aferrado a aprender a escribir, aunque sabía que no tenía ni el genio ni el carisma de mi padre, pero seguía necio. Allí conocí al maestro Oscar de la Borbolla, otro festejado erotómano, autor de libros como Nada es para tanto, Todo está permitido, o La vida de un muerto; Tomé su irreverente clase brevemente, hasta que el profe desapareció sin avisar y jamás volvió, tras aclararnos que todos sus alumnos le resultábamos patéticos, que no veía a un Cervantes o a Dostoyevski o a ningún gran escritor saliendo de una escuelita, y nos explicaba que El Quijote se escribió en el cárcel, esos sí eran huevos, no nuestras puterías en una triste aula de clases pagadas, en el afán de obtener un pinche diplomado, que demostrara ante las becas del FONCA nuestra disciplina y talento. Allí, don Oscar de la Borbolla nos incitó a escribir sobre sexo, nos decía que la literatura erótica aún se vende bien, como en la Calle de la Soledad, diría Jaime López, pero no necesitaríamos padrote, sino un editor, y podríamos exhibir nuestras marranadas en las páginas de un libro, e inclusive recibir algún miserable dinero a cambio, ya que la naturaleza nos había negado el privilegio de ser bailarinas acróbatas del tubo o el table dance.
Okey, sirva todo este rollo como para prologar mi ingreso sin condón a las flamantes páginas de Exquisito Fiu Fiu, indiscreto portal para buscadores de sexo inteligente, donde amablemente me invitó a escribir mi preciosa novia, quién también colabora en esta página de contenidos íntimos y sensuales vía internet. Aquí, aterrizó forzosamente, como quién cae en el estanque de un oasis, habitado por sirenas voluptuosas, o una bacanal de buenxs amig@s con el mismo sueño recurrente: Dar un cauce al hedonismo que fluye por nuestras venas, un sentido libertario a estas olas de tentaciones escritas o dibujadas como tatuajes, sobre la espalda de divas caprichosas, machetear un sendero que pueda llevar nuestras filias y muy particulares preferencias a buen puerto. Como una nave de locos, que navega por la piel de una diosa del amor y el sexo, aquí vamos descubriendo la cartografía de lunares y zonas erógenas de una princesa emancipada, que me ha guiado hasta esta isla de deseos hambrientos, adonde he despertado como renacido por los dioses. Y en esta fogata playera, mientras la cresta de la marea se rompe a mis pies y lame todo mi cuerpo, les aviso: ¡Sigo vivo, cabrones!, soy un veterano de la guerra de los sexos, y ni la tormenta más oscura puede apagar las llamas del pequeño infierno que late en mi corazón, y detrás de mí bragueta. Y como un gato negro, que se adentra en la selva, sigo sediento de curiosidad, alerta por lo que la noche pueda concederme, en estos días depredadores, siempre traigo mi revolver cargado y traigo vaselina para su fiesta del fin del mundo. Órale puex, gracias por el espacio y a los lectores por leer, y sean bienvenidos a mi sucio mundo, nomás quítense los calcetines y sus zapatos bostonianos, antes de entrar en esta zona de libertinajes escritos: ¡Salud, moderfokers!